top of page

¿Cómo saber si tengo depresión?

La depresión es el trastorno del estado de ánimo con más prevalencia en la edad adulta. Los datos indican que esta enfermedad la padecen entre un 5% y un 10% de la población española, y según la Organización Mundial de la Salud es la primera causa de discapacidad mundial. Pero, ¿cómo podemos diferenciar la tristeza normal de un episodio depresivo? ¿Cuáles son los síntomas que la definen? ¿Qué soluciones están al alcance de una persona que la padezca?

El trastorno depresivo es una enfermedad mental que puede tener diferentes causas de aparición. La teoría conductual afirma que la depresión estaría producida por una disminución o falta de consecuencias positivas relacionadas con el comportamiento del sujeto, esto conduciría a un estado de ánimo depresivo y a una reducción de las actividades iniciadas. Esta falta de consecuencias podría provenir del ambiente, de una falta de habilidades sociales o una elevada ansiedad social. La teoría cognitiva basa su explicación en la “triada depresiva”, que recoge pensamientos negativos acerca del yo del sujeto (“soy malo”, “mi vida no tiene sentido”, “soy un fracasado”), del mundo que le rodea (“la gente me trata mal”, “nadie me quiere”) y de su futuro (“las cosas no van a mejorar”). Existen factores que predisponen a su aparición como la genética o la educación, pero en la gran mayoría de los casos suele estar desencadenada por un acontecimiento traumático, una decepción vivencial, pena, duelo por la muerte de un ser querido o experiencia cercana a la muerte. También pueden contribuir a su agravamiento el consumo de drogas y alcohol.

En contra del conocimiento popular, no es necesaria la existencia de tristeza para diagnosticar depresión. Otro síntoma central sería la anhedonia o incapacidad para experimentar placer o disfrutar de las experiencias lúdicas. Para asegurar su padecimiento han de aparecer cinco o más de los siguientes síntomas durante un periodo mínimo de dos semanas:

  • Estado de ánimo depresivo, triste o irritable durante la mayor parte del día y casi todos los días, teniendo como referencia el testimonio tanto del sujeto como de sus allegados.

  • Marcada disminución del placer o del interés en todas o casi todas las actividades.

  • Pérdida o aumento significativo del peso y del apetito.

  • Insomnio o hipersomnia, es decir, dificultades para conciliar o mantener el sueño o aumento significativo de las horas que se duermen.

  • Agitación o retraso psicomotor.

  • Fatiga o pérdida de energía.

  • Sentimientos de desvalorización o culpa excesiva o inapropiada.

  • Disminución de la capacidad de pensar o concentrarse e indecisión.

  • Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a morir), ideación suicida o intento de suicidio.

La vida de la persona con depresión se convierte en un sinsentido con una total carencia de buenas noticias y un sufrimiento constante. De todos los acontecimientos que ocurren, solo pueden ver el lado oscuro provocado por una desconfianza en sus propias capacidades y una falta de esperanza en el futuro. La baja autoestima podría tener una especial relación en la aparición y el mantenimiento de la depresión. Su percepción pesimista de sí mismo y del mundo los envuelve en una espiral de evitación y reforzamientos que cronifica los estilos de conducta y pensamiento depresivos, siendo estos mecanismos principalmente aprendidos y fruto de la interacción social. Esta espiral puede romperse y la persona que está encerrada en ella puede salir, creando una nueva manera de verse y ver las situaciones que le rodean. Las dificultades en las relaciones personales contribuyen a que la depresión se mantenga, tanto en un primer momento en el que las personas más allegadas atienden los pensamientos y palabras que manifiestan ese estado de ánimo disfórico como en el siguiente, cuando se cansan de estos comportamientos y contribuyen al aislamiento del depresivo, confirmando la visión más pesimista sobre ellos mismos.

No es inevitable vivir con depresión, ni es sano para el resto de nuestro cuerpo sobrellevar un estado de desconfianza, tristeza e irritabilidad en el que cada día mantengamos una lucha con uno mismo y con el entorno. Como consecuencia, se producen múltiples afectaciones somáticas que tienen como origen el estado de ánimo. Citando a la Asociación Psicológica Americana “La depresión nunca es normal y siempre produce un sufrimiento innecesario”.

Además de los fármacos antidepresivos, existen tratamientos psicológicos altamente efectivos que pretenden dotar al sujeto de estilos de pensamiento más positivos, proporcionándole la oportunidad de reinventarse y dándole a su existencia una segunda oportunidad. Entre los tratamientos, la terapia conductual y cognitiva ha demostrado en numerosas investigaciones ser eficaz en el tratamiento de la depresión, por lo que constituye la mejor elección para la persona que sufre depresión. Con un adecuado manejo del ambiente, de los modos de pensamiento o enseñanza de afrontamiento de las situaciones estresantes, es decir, con un aprendizaje que proporcione otra visión del sí mismo, del mundo y del futuro, las personas que estén inmersas en una enfermedad de este tipo mejorarán de una manera evidente su calidad de vida. Convencerse de que la depresión es una dolencia con curación es un asunto que únicamente está en manos de quien la padece, y debe saber que existen profesionales que pueden ayudarle a salir de su actual situación. Por muy difícil que les parezca, solo hay que alzar la mano para alcanzar la ayuda más adecuada, acudiendo a un profesional de la Psicología que le ayude a caminar hacia adelante.

Y tú, ¿has padecido o padeces depresión? ¿Conoces a alguien que haya conseguido superarla? ¿Qué método utilizó? ¿Qué le dirías a alguien que en estos momentos tenga los síntomas descritos antes y crea que su problema es irresoluble? En el apartado comentarios puedes exponer aquello que se te ocurra sobre este tema.

Artículo publicado en el blog de Neurosalud, escrito por Estefanía Rodríguez Silva, psicóloga de Psicología Cotidiana

bottom of page